Santo Domingo de los Tsáchilas es una ciudad del Noroeste de Ecuador que se ha ido construyendo en los últimos 50 años.
Es un lugar pobre, pero sobre todo es un lugar sin alma, un asentamiento de personas que provienen de otros lugares y buscan un futuro atraídos por el brillo de la oportunidad.
Es un lugar de paso, un nudo de carreteras por el que transita la vida de muchos sueños que acaban instalándose en sus desordenadas barriadas de una manera provisional definitiva.
Santo Domingo es un ejemplo más de falta de dignidad, donde la vida se coloca justo por debajo del narcotráfico, la prostitución y el tráfico de órganos. Si vivir aquí no es una buena noticia, ser un niño en situación de desprotección es sinónimo de no-futuro.
La Fundación Calasanz tiene un proyecto para esta infancia. Neutralizar los efectos de esta atmósfera con altas dosis de CO2 es una tarea tan ambiciosa como necesaria.
Nuestra contraparte cuenta con un centro de acogida, un proyecto educativo y un programa de salud. Un equipo de personas comprometidas junto a un grupo de profesionales se encargan de ofrecer afecto, educación y sanidad.
El proyecto tiene a su vez muchos proyectos de futuro. Las necesidades son grandes a la vez que la tarea ha comenzado a dejar su huella